Des-Tapa2 en Salamanca: Tapas, Día Desapacible, Y muy buenas sorpresas Moja2
En esta ocasión Des-Tapa2 nos adentramos en nada más
y nada menos que en Salamanca, donde dicen que la que no es puta es manca, ¿o
era donde la que no es coja es manca?; sea como fuera, no dejará de
sorprenderme el refranero español, y las adaptaciones que hacemos si o si a
nuestro antojo (por favor, que nadie se sienta ofendido, sin ningún tipo de
acritud).
La casualidad (aunque no creamos en ella) y los
avisos de “San Google”, provocaron que nuestros pies pararan en esta
universitaria ciudad para pasar un fin de semana que se avecinaba lleno de
sorpresas, y así fue, aunque no todas tan buenas como hubiéramos esperado.
Me ahorro temas de desplazamiento, alojamiento y
demás logística de la escapada en sí, porque lo que nos interesa aquí es el
tema del “bebercio” y la “manduca”; pero si quiero dejar testigo de que la
intención mayor de esta visita era sorprender a mi compañero de aventuras con
música, emociones y ratos compartidos.
Llegamos un Viernes al mediodía y entre localizar el
hotel, registrarse y demás, nos dieron las tantas para comer. Los que vivimos
en Madrid estamos demasiado acostumbrados a los horarios eternos que disponemos
en todos los establecimientos, y al salir fuera pecamos de no tenerlo en cuenta
(Paler2), por lo que la primera comida fue una hamburguesa en una cadena que se
anuncia como más “buena” que el resto, pero no nos llevemos a engaño, da
igual “burry King” que “bigsmases”, son todos igual de buenos…(no, no hay ironía aquí).
Debido al motivo concreto de nuestra visita, ese
primer día no pudimos dedicarnos a Des-Tapar ni Des-Cubrir nuevos sitios, pero
aprovechamos el resto del fin de semana al máximo para explorar. Si podemos
decir que de todos los bares - restaurantes que están en la estupenda plazamayor (copia clara de nuestra querida madrileña), pudimos probar una tapa de
arroz negro en Las Tapas de Gonzalo que no se si era por el hambre que
teníamos o que realmente estaba todo lo
bueno que recuerdo (era por el hambre, ni fu ni fa).
Pero vayamos entrando en materia, ya estamos en
Sábado y después de la cerveza en la plaza mayor de rigor, comenzamos a
explorar y probar lo más típico y no tanto de la ciudad. Había ganas de comer
las patatas revolconas, y según varias recomendaciones (bendito San Google de
nuevo), la mejor opción era Casa Paca, y allí que marchamos con más hambre que
Carpanta en Cuaresma.
Es un bar restaurante con un aire muy castellano,
lleno hasta la bandera tanto en las mesas como de pie, la barra atestada de
aperitivos a cada cual más apetecible (se me hace la boca agua solo de
recordarlo), y vasos del resto de clientes. Después de algún que otro empujón y
pisotón (lógico por la hora y el día), pudimos hacernos hueco y pedir las
consabidas patatas; hay que destacar que aquí con la bebida está incluida una
tapa a elegir entre las varias que tienen. Que decir… riquísimas, textura suave
y cremosa, con el toque justo de pimentón, con sabor, muy buen sabor. Si
tenemos que sacarle un pero, quizá el torrezno que acompaña para comerlas (si,
hay que comerlas con torreznos), es demasiado pequeño. Probamos otras tapas igual de buenas, pero de todo, nos quedamos con las patatas por goleada.
En vez de hacer comida de mesa y mantel, quisimos ir probando distintos sitios y así poder aprovechar las terrazas en los ratos que nos dejaba el tiempo para no mojarnos por la lluvia (porque nos calamos, muy mucho, estaba el día muy desapacible). Y así fue como llegamos a La Gastrotasca (Tapas 2.0), ya lo conocía de otras visitas y guardaba buen recuerdo, las espectativas eran altas... y se superaron.
Probamos unas patatas bravas, ricas, cocinadas en su punto, la salsa bien hecha pero nada destacable; se podía comer vaya. Los siguientes platos... , los siguientes platos. Oreja deshuesada y frita, guiso de chiles mejicanos al jeréz: con tanta literatura sobre el nombre del plato nos daba un poco miedo el resultado final; y no nos equivocamos al tener miedo porque: ¡¡¡estaba de miedo!!!. La oreja muy bien cocinada, su toque justo de crujiente, y el guiso que le acompañaba riquísimo, muy buen sabor (ay, cuanto deberían de aprender otros de postin). Seguimos con un sashimi de presa ibérica, aunque mi compañero de aventura no es muy partidario de las carnes y menos poco o nada cocinadas, creo poder decir en su nombre que ésta si. En su punto exacto, con una buena presentación y un sabor estupendo.
Al ser tapas, las cantidades eran buenas pero no desorbitadas, y de todo el día caminando aún seguíamos con hambre (Goooordors), así que terminamos con un risotto de boletus con queso de Hinojosa; siempre vas con reservas al probar risotto, es un plato sencillo pero requiere de una gran elaboración para conseguir un buen resultado; aquí el cocinero se lucío, muy muy bueno, de los mejores que recuerdo hasta el momento. Mantequilloso, el arroz en su punto, sabor exacto ¡¡¡volvamos a por risotto!!!.
No, no hubo postre, no podiamos más. Una vuelta, o dos, o tres por Salamanca, un cafe, mojarnos de nuevo, otro cafe o cerveza, volver a mojarnos, descubrir rincones de la ciudad poco conocidos, otra cerveza; y oye ya hay hambre de nuevo.
Aterrizamos en La tentazión de las tapas, un bar de tapas en plena plaza mayor, con una decoración moderna bastante resultona, con una barra blanca muy característica; quizá peca de poco sitio, con 7 u 8 mesas, y el resto alrededor de la barra. Claramente esta preparado para cañas y tapas, ¡ese era el plan!, tan contentos; además por la carta pudimos ver que servían unos cócteles que se apetecían buenos.
Como se ve en la foto (no, no queremos hacer publicidad, pero si nos sponsorizan no vamos a decir que no), por fin encontre un sitio donde sirvieran la cerveza verde (mi favorita, si, se que los puristas dicen que eso no es cerveza, pero sobre gustos no hay nada escrito). Y aquí es donde comienza el espectáculo, seguíamos innovadores y decidimos arriesgar... , ¿demasiado?, puede.
Voy a tratar a partir de ahora ser lo más objetivo posible, me va a costar por el resultado final de esta visita, pero alla que vamos. Mini hamburguesa de manitas, así sin miramientos, cuando a ninguno de los dos nos gusta, pero lo dicho, queríamos innovar. Sorprendente, estaba muy buena, con una salsa muy rica y bien cocinada, no recordaba para nada el olor de cocinado de las manitas.
Lasaña de Canguro, ¡perdón! de Changurro (si, hay canguros en españa, se crían y se comen, pero tienen forma de pez). Un plato rico, con buen sabor y con una presentación original (no se parecía en nada a la típica lasaña por su aspecto) ... , se de alguién que está pensando al leer esto que no me tomo esta aventura con seriedad, porque no me acordaba de ésta tapa, pero es que... ¡¡se me olvidan las cosas!! (todo se pega... ejem).
Seguimos con una vieira al horno, ¿que decir?, siempre están buenas, y esta con un gratinado muy rico. Sencillamente espectacular. La presentación la típica en su concha, que si que queda muy gracioso y lo que queramos, pero señores ¡que es muy incómodo de comer!. Y vamos con el plato estrella de este lugar: Micuit de pato con espuma de maracuya y helado de gin tonic, ¡a tomar por cleta la biciculo, innovamos!.
Presentado en un vaso a tres capas: helado, micuit, y la espuma; primer bocado... rico, curioso, algo intenso el sabor del helado de gin tonic, pero seguimos con ello. Después de tres bocados más, la intensidad del micuit comienza a ser demasiada, y a partir del cuarto ya no podía más. La idea es muy buena, es rico, pero la intensidad del micuit hace el conjunto fallido, le resta importancia a los otros ingredientes y opaca el plato.
Lo siento, la última tapa hizo revolverme un poco, no quiero quitarle merito a todo lo que probamos, porque la verdad que estaba muy bueno, pero salí con un gusto agridulce... ¡¡¡menos mal que pensaba en verde!!!
A pesar de todo, seguíamos con ganas de mas y solo un "revoltijo" no iba a hacer que los animos decayeran. Andando sin rumbo fijo (tónica "shweppes" de nuestras salidas) buscando algún sitio donde caer, llegamos hasta 4Gatos (ni gatos debería haber ahí). Es un local ambientando como los americanos de los 60, o ¿era más tipo a la cadena aquella de cines donde sirven comidas rápidas?, la mezcla de estilos era tremebunda, pero ¿qué importaba?, ibamos a beber y sobre todo comer.
Un par de cañas, y de nuevo aquí también una tapa con la bebida. Patatas revolconas otra vez (recordando el sabor de las del medio día, había que repetir), y un croqueton de jamon (por no decir balón de fútbol). No voy a entrar demasiado en detalles, las naúses vuelven a mi, las patatas una masa pringosa y grasienta, con un sabor indeterminable; pero el balón de fútbol no se quedaba atrás, un mazacote que servía para alicatar media Salamanca y parte del extranjero, sin sabor, incomestible. La guinda que colmo el vaso, una vuelta más (perdiendonos por enésima vez), y directo al hotel.
A partir de ahí, mi estómago dijo basta, y aunque mi compañero de aventuras dice que fue por los dos kilos de gominólas que me comí por la tarde (es un exagerado, solo fueron tres... tres kilos digo), entre el micuit y el final en los 4Gatos, la noche toledana que pase fue antológica. Lo siento Elmo, te dí el final del viaje.
Si quiero destacar que en todos y cada uno de los sitios que estuvimos, hasta en aquella hamburguesería inicial, el trato fue muy bueno, con una sonrisa en todo momento y pendientes de lo que necesitaramos (aquí me quito una espinita de mi última escapada a la ciudad, en la que el trato en varios sitios fue bastante desagradable). En cuanto a la relación calidad-precio, quitando el último, es bastante recomendable; si quieres ir de cañeo, con cada consumición tienes una tapa, pero si quieres ir más allá, por unos 20-30€ comes bastante bien.
Nos llevamos muy buen recuerdo del viaje, ya no solo por la comida que fue muy buena en general, si no por los momentos compartidos, la magía de aquel primer concierto, y esos aguaceros que nos hicieron perdernos una y mil veces, porque recordad... ¡¡¡QUE DESAPACIBLE ESTÁ EL DÍA!!!
En vez de hacer comida de mesa y mantel, quisimos ir probando distintos sitios y así poder aprovechar las terrazas en los ratos que nos dejaba el tiempo para no mojarnos por la lluvia (porque nos calamos, muy mucho, estaba el día muy desapacible). Y así fue como llegamos a La Gastrotasca (Tapas 2.0), ya lo conocía de otras visitas y guardaba buen recuerdo, las espectativas eran altas... y se superaron.
Probamos unas patatas bravas, ricas, cocinadas en su punto, la salsa bien hecha pero nada destacable; se podía comer vaya. Los siguientes platos... , los siguientes platos. Oreja deshuesada y frita, guiso de chiles mejicanos al jeréz: con tanta literatura sobre el nombre del plato nos daba un poco miedo el resultado final; y no nos equivocamos al tener miedo porque: ¡¡¡estaba de miedo!!!. La oreja muy bien cocinada, su toque justo de crujiente, y el guiso que le acompañaba riquísimo, muy buen sabor (ay, cuanto deberían de aprender otros de postin). Seguimos con un sashimi de presa ibérica, aunque mi compañero de aventura no es muy partidario de las carnes y menos poco o nada cocinadas, creo poder decir en su nombre que ésta si. En su punto exacto, con una buena presentación y un sabor estupendo.
Al ser tapas, las cantidades eran buenas pero no desorbitadas, y de todo el día caminando aún seguíamos con hambre (Goooordors), así que terminamos con un risotto de boletus con queso de Hinojosa; siempre vas con reservas al probar risotto, es un plato sencillo pero requiere de una gran elaboración para conseguir un buen resultado; aquí el cocinero se lucío, muy muy bueno, de los mejores que recuerdo hasta el momento. Mantequilloso, el arroz en su punto, sabor exacto ¡¡¡volvamos a por risotto!!!.
No, no hubo postre, no podiamos más. Una vuelta, o dos, o tres por Salamanca, un cafe, mojarnos de nuevo, otro cafe o cerveza, volver a mojarnos, descubrir rincones de la ciudad poco conocidos, otra cerveza; y oye ya hay hambre de nuevo.
Aterrizamos en La tentazión de las tapas, un bar de tapas en plena plaza mayor, con una decoración moderna bastante resultona, con una barra blanca muy característica; quizá peca de poco sitio, con 7 u 8 mesas, y el resto alrededor de la barra. Claramente esta preparado para cañas y tapas, ¡ese era el plan!, tan contentos; además por la carta pudimos ver que servían unos cócteles que se apetecían buenos.
Como se ve en la foto (no, no queremos hacer publicidad, pero si nos sponsorizan no vamos a decir que no), por fin encontre un sitio donde sirvieran la cerveza verde (mi favorita, si, se que los puristas dicen que eso no es cerveza, pero sobre gustos no hay nada escrito). Y aquí es donde comienza el espectáculo, seguíamos innovadores y decidimos arriesgar... , ¿demasiado?, puede.
Voy a tratar a partir de ahora ser lo más objetivo posible, me va a costar por el resultado final de esta visita, pero alla que vamos. Mini hamburguesa de manitas, así sin miramientos, cuando a ninguno de los dos nos gusta, pero lo dicho, queríamos innovar. Sorprendente, estaba muy buena, con una salsa muy rica y bien cocinada, no recordaba para nada el olor de cocinado de las manitas.
Lasaña de Canguro, ¡perdón! de Changurro (si, hay canguros en españa, se crían y se comen, pero tienen forma de pez). Un plato rico, con buen sabor y con una presentación original (no se parecía en nada a la típica lasaña por su aspecto) ... , se de alguién que está pensando al leer esto que no me tomo esta aventura con seriedad, porque no me acordaba de ésta tapa, pero es que... ¡¡se me olvidan las cosas!! (todo se pega... ejem).
Seguimos con una vieira al horno, ¿que decir?, siempre están buenas, y esta con un gratinado muy rico. Sencillamente espectacular. La presentación la típica en su concha, que si que queda muy gracioso y lo que queramos, pero señores ¡que es muy incómodo de comer!. Y vamos con el plato estrella de este lugar: Micuit de pato con espuma de maracuya y helado de gin tonic, ¡a tomar por cleta la biciculo, innovamos!.
Presentado en un vaso a tres capas: helado, micuit, y la espuma; primer bocado... rico, curioso, algo intenso el sabor del helado de gin tonic, pero seguimos con ello. Después de tres bocados más, la intensidad del micuit comienza a ser demasiada, y a partir del cuarto ya no podía más. La idea es muy buena, es rico, pero la intensidad del micuit hace el conjunto fallido, le resta importancia a los otros ingredientes y opaca el plato.
Lo siento, la última tapa hizo revolverme un poco, no quiero quitarle merito a todo lo que probamos, porque la verdad que estaba muy bueno, pero salí con un gusto agridulce... ¡¡¡menos mal que pensaba en verde!!!
A pesar de todo, seguíamos con ganas de mas y solo un "revoltijo" no iba a hacer que los animos decayeran. Andando sin rumbo fijo (tónica "shweppes" de nuestras salidas) buscando algún sitio donde caer, llegamos hasta 4Gatos (ni gatos debería haber ahí). Es un local ambientando como los americanos de los 60, o ¿era más tipo a la cadena aquella de cines donde sirven comidas rápidas?, la mezcla de estilos era tremebunda, pero ¿qué importaba?, ibamos a beber y sobre todo comer.
Un par de cañas, y de nuevo aquí también una tapa con la bebida. Patatas revolconas otra vez (recordando el sabor de las del medio día, había que repetir), y un croqueton de jamon (por no decir balón de fútbol). No voy a entrar demasiado en detalles, las naúses vuelven a mi, las patatas una masa pringosa y grasienta, con un sabor indeterminable; pero el balón de fútbol no se quedaba atrás, un mazacote que servía para alicatar media Salamanca y parte del extranjero, sin sabor, incomestible. La guinda que colmo el vaso, una vuelta más (perdiendonos por enésima vez), y directo al hotel.
A partir de ahí, mi estómago dijo basta, y aunque mi compañero de aventuras dice que fue por los dos kilos de gominólas que me comí por la tarde (es un exagerado, solo fueron tres... tres kilos digo), entre el micuit y el final en los 4Gatos, la noche toledana que pase fue antológica. Lo siento Elmo, te dí el final del viaje.
Si quiero destacar que en todos y cada uno de los sitios que estuvimos, hasta en aquella hamburguesería inicial, el trato fue muy bueno, con una sonrisa en todo momento y pendientes de lo que necesitaramos (aquí me quito una espinita de mi última escapada a la ciudad, en la que el trato en varios sitios fue bastante desagradable). En cuanto a la relación calidad-precio, quitando el último, es bastante recomendable; si quieres ir de cañeo, con cada consumición tienes una tapa, pero si quieres ir más allá, por unos 20-30€ comes bastante bien.
Nos llevamos muy buen recuerdo del viaje, ya no solo por la comida que fue muy buena en general, si no por los momentos compartidos, la magía de aquel primer concierto, y esos aguaceros que nos hicieron perdernos una y mil veces, porque recordad... ¡¡¡QUE DESAPACIBLE ESTÁ EL DÍA!!!
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